Me gustaría en escasos minutos llegar al límite de lo que presuntamente abarcaría mi memoria, tratar de comenzar a recordar cosas de mi vida como en una especie de documental instantáneo. Considerando que la cronología de hechos me es inaccesible, me restringire a mezclarme en mis propios tiempos. Como todo comienza por un nacimiento, nací en esta maldita tierra gritando seguramente : ¡¡ Puta !! en vez de Mamá. Asi, mi boca continuó siendo una cloaca infecta que incrementó su tamaño y grosero léxico hasta conceptos inconmensurables. Poco recuerdo hasta los 8 años (edad en donde uno cree que comienza a racionalizarse) pero sin temor a equivocarme tengo presente el siempre estar metido entre las faldas de las protectoras hermanitas Ulloa. Mi vida transcurría plácidamente en alguna aula del kinder las Palomitas, mientras me atiborraba consetudinariamente de carne y pure; apoyándome sobre una estufa color azul claro (sin importar en este caso una estación especifica para el uso habitual de comer, mientras que si fuera causante de una quemazón de 2.do grado a mi madre durante un gelido invierno causa del termostato dérmico distorsionado del que nos daba de comer). Miraba a Diego De La Vega, y moría de terror hasta el punto de aprender a cerrar los ojos al comenzar las propagandas (gracias a un circulito imperceptible y avisador), por si aparecía aquella temible figura Frankensteniana del espiral Fuyi. Mi madre -always sobreprotectora- me mintió en el momento justo en que esa escena aparecía; todo terminó por fin para mi tranquilidad gracias a una encuesta de la revista Gente. Resultado : el comercial fue prohibido. Por lo menos se cumplió aquello de: "Mal de muchos consuelo de tontos", no sería el único pelotudo en la historia que me cagaba de miedo por una caripela macabra y morbosa. Otro terror de la caja idiota era la gigantesca figura de Mercedes Sosa en los conciertos de los domingos a la noche . El tono de su voz aún no pude superarlo, ya que actualmente en vez de miedo, me da una agonica y amarga pesadumbre.
En la sala de párvulos me creía no sé cual de los 3 Stooges(*) mientras que en los días inhábiles mezclaba no sé en que proporción : la limpieza histérica del primo Popi en el barco, con la bizarría estructurada en la quinta de mi Abuelo Fred Flintstone(*). Siempre manteniendo insoslayable el objetivo de ser centro de atracción de todos los adultos; producto de ser el primero de la lista obtuve el mote de Brutosky a temprana edad, aprendía sin meditarlo guasadas para un distorsionado divertimento único. A los 5 años era habitual oír una voz chillona :
-"Al vopol, recien tiré, bue-noo00 !! ..."-
En Padua nadaba hasta que se me arrugaba la piel, escuchaba las canciones del tio Medici (del tipo Copani, aunque con mejor estilo), aprendía a mamar la pasión del crocket aunque odiaba perder, tragaba asados enarbolados por la dizque(*) experiencia del abuelo. Siempre rodeado de los amigos del nombrado por aquella época Tio (aunque después eliminé de mi vocabulario los títulos de nobleza familiar) y junto con la numerosa e infaltable parentela italiana, me sentía a mis anchas para ir y vemir, saltando los tapiales entre las casa interconectadas. Nada recuerdo de idas al campo (solo una y debido a unas fotos en blanco y negro) o a Mardel o a Córdoba; lo importante era San Antonio, tanto como lo era el canino Bam-Bam o cuando la basura de Cores se dignó a pegarme a mi y al chancho Horacio -actual ex-Drogón- para proteger a sus futuros hijos postizos.
Padua era aglomerarse. Ir al Alax era como aislarse. Mi padre gozaba (aunque para Popi sólo era un simple grumete) en todo lo que podía hacer o deshacer dentro de ese barco. Sólo zapatillas de goma podían tocar el barniz de aquellos metros de slora. Todo comenzaba con el ruido de los remos desde el embarcadero del semi derruido club YPF; un gordo botero hincaba el agua diarreica sin cesar, sin hablar, sólo pudiendo oír el agua resbalándose por la madera prolongada de sus brazos. Había siempre mucha gente distinta cada fin de semana, casi todas hembras recauchutadas y disimiles propiedad de nostálgico aquel ex-Play Boy que se creía (silenciosamente) capitán. Pero haber roto la banca en Montecarlo había quedado años atras, sólo quedaban el perro Ladiyo-Ladrillo, 6 huevos históricos en un atracón, los vómitos del grumete durante las tormentas o el bote de goma negra para llegar a la arena de la barra de San Juan. Ni siquiera se me pasaba por la cabeza el fenómeno físico, sólo mecánicamente sabía que mover a la izquierda dirigía la embarcación en sentido contrario a la acción mecánica. Alguna que otra vez varábamos; todos se desesperaban, pero a mi mas me tranquilizaba mientras mas pasaban las horas sin que la marea nos rescatara : era mejor. Pero todo se cortó. Despues me enteré que a la Barra la clausuraron por que un inadaptado argentiniano puteó al excelentísimo señor Presidente del Uruguay que trataba de explicarle que en esa área no era conveniente prender fogatas inmensas. “¿ Y vo quien mierda sos ?”.No fue ni necesario que le contestara un decreto poderoso vale más que una sola palabra. Algo sucedió o tal vez lo soñé; mi obsesión por la del medio de los Traverso(*) seguramente me hizo recrear un inconsistente “Deja Vu”, creo que estuve metido con ella en el baño del Alax. Quien diría que después experimentaría un triple de rebotes con la que se apretujaba conmigo en torno a un imaginario bidet.
Lo más melancólico era la vuelta. Pizza en algún tugurio, el pato Donald bajo el brazo y la melodía del chiquilín de bachín resonando en mis tímpanos. El Domingo expiraba suicida y el inicio de la semana se aproximaba irremediablemente. En México no hubo nave, tan sólo un Sevylor con 1.5 HP fuera de borda para flotar en el lago Guadalupe, en el que sólo hombres eran permitidos. Se pinchó en Barra de Navidad y su destino fatal fue desaparecer en la mudanza, repleto de Chivas Regal y Playboys acuñadas en mi adolescencia.
Lindo pedo con pajas habran gozado los negros de mierda de la mudadora ...
De los amigos de la nunca bien ponderada escuela Mitre -que era una mierda transitoria por un futuro (pero inexistente) víaje a España para el que pagaba mis colegiaturas- recuerdo muy fugazmente al alfajorado Georgie Carbonnell y al pecoso anglosajón Jonathan; a María Jose -actual profesional en Física y recordada yegua infantil (ídem a sus hermanas que fueron culpables de mi primer incursión a un ruedo de baile)); a María Antonieta, por la que me extasiaba en el deporte de verle las bragas siempre que podía (mi primer gran amor frustrado); a Veronica, una de las primeras e infinitas calenturas originadas por la estrechez de un suculento yumper. Mi maestra de 3er grado también aportó parte para esta precoz degeneración que junto a la sensual imagen del Shock(*) recalentaban mis impúdicos instintosirrealizables. Como se equivocaron cuando decían que cuando yo llegara a edad de merecer, la Su Gimenez sería una vieja de mierda. Milagros de la conservación quirúrgica, lastima que no pudieron evitarle una tangible embolia cerebral.
Recuerdos imperceptibles aparecen como el Pelo-Baba: aquel cuento con el que gozaba mi viejo atemorizándome; y pensar que con los años tuve que estudiar todo el maldito ciclo biológico de aquel extraño musgo sureño (que luego resulto ser un parasito). El miedo a lo desconocido lo asociaba necesariamente con la muerte, algo que siempre me agobió desde que me di cuenta que la parca existia, que no era de mentira como en las series de televisión. Pensaba que si en un momento desaparecería como sería con otra cara y en otra familia de rasgos distintos en la que tendría que volver a aparecer. Pero poco me duraba la agonía cuando bajaba a alta velocidad con el karting por la pendiente de Guido para ir a comprar Anteojito y Billiken; y consumir Jacks solamente por la misión de conseguir algun muñequito dificil e inexistente. Después logré una acomodada tecnificación con reparto a domicilio y algún paje que me ofreciera aquellas sabrosas viandas directamente a la boca. Fantaseaba con mi numerosa colección de Matchbox desbarrancando a un probable tripulante con la jeta de un odiado Miranda, indudablemente producto de estar siempre metido en las conversaciones de los adultos.
El recuerdo mas vívido fue el acogedor cuchitril de Guido 2441 5.to piso 11 (que por si me perdía fue necesario memorizarlo): techos, vigas y recovecos. Siguen presentes el cuarto con escritorio, al lado de unos pinches afiches con animalitos alusivos debajo de mi pequeño lecho donde creía que mi angel de la guarda se desvanecía cuando yo me volteaba y cerca de la caja de madera con rueditas para ver Sábados de Super Acción -desde hace 25 años continuados. El baño con azulejos de distinto color, y aprender por imitación a lavarme las patas como noble gallego por la eterna ausencia de calzado (causa tal vez de algún incierto ancestro oriental.) El toca discos donde habré pasado el único disco que compraron de la Luna de Canela; y la mesa para que nunca me salieran las putas divisiones cerca de la puerta donde se dejaba el pasto para alimentar los dromedarios de los Magic Kings. Lo que me intrigaba era como mierda hacían para entrar todos en la noche del 5 de Enero por el diminuto ascensor del edificio bajo la tutela de Nieves, la portera.
Oía continuamente las mismas pelotudeces de las Ulloa que descendían en años hasta estar a mi par; tal vez esa fue la causa por la que nunca develaran su verdadera edad. Llegaron hasta el punto de fraguar documentos y actas, olvidando todo lo acontecido en la época donde ni habían nacido los que las rodeaban, o escondiendose tras las puertas para ocultar que no se habían jubilado. Siguieron firmes e irrevocables hasta la expiración de sus respectivas vidas, siempre correctas nunca se quedaban mas de un minuto al arribar el jefe de familia. Me buscaban a la salida del colegio alabando mi ridícula combinación de corbata amarilla y suéter marrón, escupiendo semillas de uvas en las tardes semisoleadas de plaza Francia. Constantemente se dirigían a mi como su bichito de luz que ya en el 1er home-live(*) aseguro que el apodo llegó a hartarme. Las viejas jóvenes -grandes adoradoras del sol cual caimanes- suplantaron perfectamente a mi desaparecida abuela materna para comodidad de mi agotada Madre, que se deshacía de la bestia por largos periodos.
A grandes males, pequeñas soluciones.
Comía una vez por semana aquellos ñoquis a la Batman en lo de la tía Alcira por Junín y Melo. Al entrar al sombrío hall recibía uno de los besos babosos de Mama Rosa, de los que tarde o temprano me limpiaba sin que nadie se diera cuenta (religiosamente dándome vuelta para que ella no se ofendiera, ya que era imposible que evitara ensalivarme por la falta de dientes verdaderos). Los olores los registro perfectamente : rosas viejas en el vestíbulo de Junín comparado con el de naftalina en la oscuridad interna de Azcuenaga. Por aquella época tenía otras de las miles de preocupaciones que se recreaban sin cesar, como reaccionaría cuando mis degenerados primos me llevaran a desvirgarme tan sólo para ridiculizarme. Osvaldito, un sábado trató de llevarme al cine; pero al pensar yo que la pelicula era condicionada, me negué estoicamente pensando que para no ser gozado, al menos protegería mi pura inocencia. Eran ni siquiera conflictuantes el portero Máximo de Junín -alías Mínimo- y los helados de Santos cerca de la plaza de Pueyrredon que no me convencía del todo. Las plazas nunca fueron mi perdición. Lo mejor del inmenso Junín era una paraguaya degenerada que se dejaba toquetear sutilmente las piernas por diminutas garras ansiosas de placer prohibido mientras Napoleón trinaba más enloquecidamente que nunca. Habrá flasheado tanto que hasta me mandó un Patoruzito de regalo para México. Lastima no tener el miembro mas crecido; hubiera sido una inolvidable y merecida desvirgada.
Mi grandes entripados sociales eran que nadie me hubiera enseñado a comer correctamente, ni poder atarme los cordones debido a la zurdera de mis progenitores; Graciela me liberó de mi martirio sólo por la gracia de ser diestra. La escuela no me enseñó únicamente a escribir imaginativas composiciones -producto de mi menoría al leer una y otra vez el Billiken- sino que casi al final aprendí la palabra Cojer y con ello la típica seña de la argolla ensartada. Me obsesionaba la técnica, ¿ Como se hacía: parado, agachado ?. ¿ Como mierda… ?.
No entendía nada de las eróticas historías del hermano mayor de Georgie Carbonell pero entendía que su hermana Silvina estaba mas que buena. Ella hizo de Liza Minelli mientras que yo fuí un cowboy borracho en la fiesta de fin de curso. Si los indicios siempre se cumplieran, ella seguramente sera prostituta, ya que mi papel con los años lo aprendí a la perfección (y sin necesidad de libretos insulsos). Mi último recuerdo escolar fue en la ambarina combi escolar, cuando mis compinches de desventuras se despedían con un melancólico e imperturbable"HASTA NUNCA". Y lo peor de todo era que tenían razón lo muy hijos de puta ...
Pero mi mas grande frustración era oír a mi madre cuando decía "JODETE" por algo que me había advertido varias miles de veces. No me importaba el dolor de alguna caida o un shock eléctrico; me enervaba el momento de oír esas palabras de sentencia; además de la típica amenaza de mandarme al reformatorio mas remoto. En ciertos momentos llegó hasta armarme la valija. Mi padre. en cambio, siempre se mantenía al margen: sólo 2 recuerdos de castigo que demostraban una oculta autoridad. El primero cuando intentaba pasarme a la cama de ellos. Después de 2 veces que no encontré el abrigo de los brazos de mi Madre -del lado del placard- la solución para no pasarme jamas, fue un torrente de h2o fría directo al hipotálamo con una respuesta inmediata hacia la calma. Sólo me pasé -y a otra cama que no era la de mis padres- cuando ya era un poco mayor (y bastante) para semejante desprotección, por los lechos de Bustamante en los aburridos home-lives de vacaciones largas de verano. Perjuro que jamas consideré alguna implicación erótica. El otro caso de tortura paternal fue un proyectil Danone(*) que hizo blanco directo contra mi pecho desprevenido por alguna rotura encubierta pero descubierta. Loli y el Chosno, siempre fueron grandes hincha pelotas en distintos procedimientos para un mismo fin, pero igual los quiero: la sangre llama a la sangre. Que le vamos a hacer.
Algunas trivialidades vuelven a mi cabeza desconectadas y sin sentido. Un cuentecillo del estilo de la hormiguita : un relato insulso pero eficaz de la "Flaca (actual "Zapan" alias la "ex Culo de oro" -por tirar abajo una pared cuando Guido estaba en construcción- y creadora del baile egipcio post moderno) Mable". Sus dedos rozaban mi piel, imitando el camino hacía un hormiguero congestionado.
El esfuerzo memorístico hace imposible una recopilación completa, pero a algo voy a llegar ...
Mi 1er viaje al exterior fue al Brasil con el metódico tio Medias(*), su novia Grace -escapada de su madre- y una suerte de disfrazado chaperón, su futura cuñada Monique. Por ese entonces lo había tomado como modelo y hasta lo imitaba al manejar mientras asistía a mi primer rotura de parabrisas en una ruta desolada. Después se sobre saturó de psicoanálisis, hostigandome con mi complejo edipico, corrigiéndome hasta el hartazgo cada mínima palabra que salía de mi boca como si perteneciéramos a la Real Academia de la Lengua. Siempre fue mas seco que bragueta de fraile, no tenía hijos por ese entonces y era obsesivamente estricto al tratar de imponerme una educación esmerada. Todo se unió como para que se me viniera abajo: sus hijos típicos burgueses-insoportables-caprichosos-sobreprotegidos hicieron lo que se les vino en gana y al no poder ejercer ni un ápice de autoridad, su perfecta dialéctica se la tendría que haber hecho rollito, ya que ni siquiera fue capaz de soportar a su propio Padre: un verdadero monumento a la bestialidad. En casa de herrero cuchillo de palo. Toulousse, bajó los brazos y se entregó. A pesar de todo no puedo dejar de reconocerle que nunca embaucó a nadie, aunque siempre se extasiara con esas complicadas concepciones de como debían ser las vidas de los demás. Nuevamente se confirma que de vez en cuando viene bien cerrar un poquito el orto. Eso no quita que sea un buen tipo e incagador, aunque igual eso de nada le servirá en su próxima función de útopico guardabosques.
Cerca de Petropolis asistí a su primera transmutación de hombre-lobo: las alergias lo desfiguraban hasta obligarlo al aislamiento, se encerraba no pudiendo seguir oyendo aquellas indescifrables palabras cariocas de fondo en el bar Tip-top mientras los sanos tratábamos de digerir la feishoada(?) con abakashi(?). El alojamiento estaba a cargo de una (para mis años) innoble madama brassuca, con la que me negaba a estar no mas de un minuto a solas, causa de los cuadros kamasutríanos que la rodeaban y su tremenda obesidad, por aquello de que una cosa lleva a la otra. Además no podía evitar el alejarme del chaperón, que inocentemente me exacerbaba desconociendo mis pecaminosas intenciones. Lo peor era que sólo me quedaba con las ganas de un envión aunque fuera, mi timidez (que comenzaba a evidenciarse) y mis escasos años me impedían mover hasta el más escaso músculo. Como siempre, me duró la congestión mental hasta que logre reemplazarla por otra de mi edad -una menina playera- que no se ni como estaba y menos como se llamaba. Eramos tan jóvenes....
Logré insolarme lejos de Pelotas, surfear por primera vez con un telgopor en el mar de Copacabana y nunca entender demasiado bien que era eso de tantos negros enloquecidos (y casi en bolas) por un ensayo de mierda. Eso era el carnaval. Simple, pibe
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