21/10/91. 10:15. Lightbugs in a Dusty Storm.
Asqueado de nunca lograr atreverme a mirarla - aún en mis nunca predecibles ansias de ensoñación - decidí evadirme por un tiempo sin rumbo sostenido.
Elha me dejaba escapar.
Momentáneamente …
Momentáneamente …
Estaba parado y me subían incesantes, escalofriantes ráfagas de viento; penetrantes, oscilantes allí donde la ropa siempre se desacomodaba de su lugar. Frío que entraba y no parecía salir jamas. Frío real. No me podía mover, no quería ni esforzarme: era un prisionero de mi propio destino - y todo por no tomarme la molestia de conjeturar como debía hacer para construirlo. Cómodamente, estaba dispuesto a morirme de frío con tal de no tomar ninguna decisión drástica. Ni siquiera entendía la verdadera razón por la que debía tomarlas. Mis proyectos se agolpaban, como gente amontonada en una manifestación: demasiados para diferenciarlos, demasiados para concretarlos. Agotaba las horas sin un valedero motivo, sin ganas siquiera de lanzar gritos de desahogo. El viento subía imparable; prontamente se entumecerían mis ideas a la par de mis órganos.
Tampoco tenía un objetivo alcanzable: otros se esforzaban por amarrocar posesiones sin rato para el ocio; el resto únicamente descansaba, evitando el pensar en exceso. Ninguna de esas 2 posturas me convencían, solo me agobiaba pensar el momento exacto en que no sentiría nunca jamas mis piernas ya casi parcialmente congeladas. ¿Para que esmerarme hasta el cansancio, si mi conflictuada mente me negaba el simple goce banal?. ¿De que me servía esforzarme hasta la rendición, si la única decisión que había tomado por ahora era alejarme cada vez mas de Elha ?.
Y así escapaba como una luciérnaga en una tormenta de polvo ...
Pero, ¿Para Qué? - me preguntaba cada vez menos, cuando las cabezas de mis fémures llegaron al punto de sentirlas totalmente insensibles. Ya había perdido la cuenta de los días, ya no me acordaba en que segundo se habían extinguido las baterías de los cronómetros; aunque a decir verdad ya no las necesitaba cuando los días no se diferenciaban más por la entrada o salida del sol, sino por la mayor o menor intensidad de aquel helado viento. En cualquier momento la arena erosiva que seguía acumulándose sin cesar, llegaría a cubrirme completamente. Ya ni añoraba mis aparatos de corrección mandibular si nunca mas mis dientes tendrían chance de repararse, si dentro de poco tiempo también dejaría de comer. ¿Para que los necesitaría si ya había olvidado como era el sonreír sin motivos aparentes?. Todas esas cosas inútiles se apilaban dentro de un cajón como toda esa ropa sucia que crecía en un rincón después de que el sudor se hiciera demasiado evidente como para soportarlo. Todo a causa de sustituir mis gastos de lavandería por damajuanas repletas de alcohol que facilitaran el olvido. Prefería estar borracho que limpio, refugiarme en lo artificial que recordar cuando un nuevo escalofrío me estremeció.
Había comenzado a olvidar lentamente aquel preludio. Aunque me esforzara por retenerlo, se me disipaba como un susurro. "Aquel primer preludio que se sintetizaba con las tiernas palabras de una lengua tibia como las ingles y suave e idéntica al terciopelo. Aquella descarga de Adrenalina de las glándulas suprarrenales cuando se hacia notorio el descenso del hasta ahora infranqueable puente levadizo. Aquellas sílabas descastadas, procaces y sin principios; aquellas ingeniosidades seguras, absolutamente inseguras. Aquel temblor de párpados, tan imperceptible que no hubiera habido reloj capaz de medirlo (7) ".
Atemorizado de que mi garganta se detuviera por siempre - como el mismo sueño de todas las noches pasadas - hablaba lo mínimo indispensable para mantenerme indemne del enemigo que ya había ascendido hasta mis hombros.
No podía despertarme si estaba despierto, ya harto de seguir soportando el frío. Estaba desosegado, impaciente; en una pesadilla que se iba mientras otra llegaba. Creía haberme abstraído, pero no lo había conseguido del todo. Los dientes traqueteaban, había comenzado a tiritar. Elha se había inmiscuido nuevamente dentro de mi, sin pedirle permiso al conjunto de mis sensaciones desmembradas. Ahora el sedimento ya me llegaba hasta los tobillos sin que pudiera evitarlo … desvaneciéndose mi luz interior … congelándome en un calma que antecedía a lo peor.
(7) Modificación del sentido original otorgado por el autor de algunos párrafos de La Colmena. Edición Jorge Urrutia. Editorial cátedra 4.ta edición 1991. Camilo José Cela, 1981.
29/10/91. 9:52. Lost Prelude.
Era como si estuviera en todas partes, husmeándome pero sin decidirse a dar el zarpazo final. Me invadía y la rabia de no poder escaparme se materializaba en una sustancia amarga y viscosa que adormecía mi lengua y obligaba a cerrar los ojos con fuerza. Me cubría con una gruesa costra que ninguna fuerza terrenal podría romper. Elha: lúgubre envuelta en un aura triste, con esa mirada (desconocida para mis ojos hasta ahora) que parecía conocer el otro lado de las cosas. Así, sin poder negarme, me envolvió en un clima atónito, desplegando por primera vez todo su poder contenido.
Sentía su aliento glacial, su rumor gélido.
Su risa expansiva repercutiendo como ratas pisando un reguero de vidrio molido.
Su risa expansiva repercutiendo como ratas pisando un reguero de vidrio molido.
Mis huesos se llenaban de espuma, producto del miedo lánguido. No podía desearla ya que la encontraba distinta, enteramente ajena a la imagen que inspiraba su olor; como si fuera otra y no la que yo presentía que sería. Me tocó (evitando mirarme para complacerme) con tanta libertad que sufrí una desilusión después del estremecimiento inicial.
Experimentaba mas terror que placer, más placer que terror.
Tenia que deshacerme de su posesión aunque no me sintiera capaz. Permanecí inmóvil un largo tiempo tratando de pensar. ¿Como había hecho para llegar a este abismo de desamparo ?. De pronto cuando adiviné esa mano con todos los dedos extendidos - tanteando entre las tinieblas - tuve un momentáneo lapso de conciencia: ¿ Por fin sería el momento en que se produciría ese olvidado y enterrado preludio?
Confusamente consciente de estar haciendo algo que desde hace mucho tiempo deseaba que se hiciera, pero sin saber como lo estaba haciendo porque no sabia donde estaban los pies y donde la cabeza; ni los pies de quien, ni la cabeza de quien. Sentía que no podría soportar mas ese centelleo helado de sus riñones, ni el viento agrio de sus tripas. Concebía al mismo tiempo un ansia atolondrada de huir (sin saber como) y una necesidad inaudita de quedarme para siempre en aquel silencio exasperante, en aquella soledad espantosa.
No me dejó analizar mas ninguna alternativa, se apretó mas fuerte contra mi espalda, sabiendo que dentro de muy poco temblaría de sorpresa y pavor. No sé como pude volver la cabeza justo antes que me mirara con una sonrisa trémula. Se deshacía en mi, quedando prácticamente convertida en nada; sus articulaciones se desintegraban en un crujido desordenado, la piel se disolvía en un sudor pálido. Sentía sus dedos buceando como un molusco ciego en las algas de mi ansiedad. Caricias agotadoras a cualquier momento, en un permanente estado de exaltación sin alivio. Me poseía en una atmósfera desesperante donde no se percibía mas el olor; donde no había mas gusto, ni música. Todo su cuerpo arrogante exhalaba un lamento inaguantable. Incontrolable se desbarató en un manantial de obscenidades que me entraban por los oídos y salían por mi boca traducidos en un idioma hasta hoy incomprensible. Ahora la noción del tiempo era una convención inútil.
Tardé demasiado tiempo en restablecerme de su repentina invasión o de mi propia perplejidad; seguía navegando a la deriva esperando descansar mi materia extenuada por su manipulación desidiosa. Resoplé, pero apenas podía oír mi expiración, como si estuviera refugiado en otro tiempo; por tanto ser usado, por tanto ser amasado en la transpiración que se convertía en lodo. Su presencia me quedaba doliendo en alguna parte del cuerpo nunca vista.
Sólo algunas palabras en mi memoria atestiguaron que había sido real: Talego de rotulas, migajas de decrepitud, manglar de delirio, vapor pestilente, rencor virulento, alivio en zozobra, destripamiento, energía febril. Todas sensaciones inolvidables pero incomprensibles que al disiparse me permitieron volver a tener control de mi propio cuerpo.
No parecía que alcanzaría emanciparme por el momento de las torturas de mis fantasías que se hacían realidad. Había desaparecido pero su cicatriz, su resaca, quedaba todavía flotando en mi. Mi imaginación me arrastraba a un estado de delirio perpetuo, del cual tal vez nunca podría recuperarme.
Repentinamente se vislumbraron pensamientos perfectamente visibles, como expuestos a la luz del mediodía. Excesivamente diáfanos como para no entregarlos al análisis.
Me preguntaba si su contacto me habría contagiado la "peste del insomnio"(8). No sentía ningún cansancio físico por lo que con esto ¿Evolucionaría inexorablemente hacia el síntoma mas crítico de esta enfermedad: el irremediable olvido?. ¿Podría acostumbrarme a un estado permanente de vigilia, olvidándome de los recuerdos, después de los nombres, la noción de las cosas y por último la propia identidad de las personas y la conciencia del propio ser ?. ¿Llegaría a hundirme en una especie de idiotez sin pasado, donde viviría en un estado de alucinada lucidez, viendo no solo mis propias maquinaciones sino que presenciaría las imágenes soñadas por los demás sin que nunca lo supieran?.
Con esta visión de mi alentador futuro próximo, sólo me quedaba agotarme para recuperar el olvidado descanso; no por verdadero cansancio sino por nostalgia de los sueños placentero. Viviría a partir de ahora en una realidad escurridiza, la que terminaría por fugarse sin remedio cuando olvidara el valor verdadero de las letras escritas para ayudarme a no olvidar. Dentro de ese vacío metido en el centro mismo del limbo, con tal de encontrar compañía uno podría llegar a encariñarse con el peor de sus enemigos. Todos los días serian Lunes; el aire estancado, el zumbido del sol igual al de ayer, al de la semana pasada o idéntico al del año anterior. Terminaría agobiado, buscando una diferencia; tratando de descubrir un imperceptible cambio que revelara el transcurso del tiempo. La única diversión sería recorrer el infinito, yendo y viniendo, despertándome alguna que otra vez, haciendo el camino inverso hacia la realidad. Hasta esperar que Elha me toque el hombro, y al mirarla en su inmensa profundidad terminar detenido a medio camino pensando que esa era la única realidad. Su realidad en un único Lunes, siempre en el mismo Lunes.
El mundo se me borraría por el contacto de su (¿inexistente ) piel.
Me golpeé contra una pared, luego contra otra hasta que la sangre a borbotones me despertara aunque estaba consciente hacia mas de 72 horas. Me había dado cuenta que estaba al borde del precipicio del equilibrio. Había perdido la conciencia en el placer inconcebible de aquel dolor insoportable; chapaleando en el pantano húmedo que era su cuerpo (¿inmaterial ?).
Era a la vez: bella y una iguana polvorienta cuyos pulmones silbaban al hablar; fascinante y un marsupial enroscado en el calor de una axila acogedora.
Debía olvidarla definitivamente.
Debía aniquilarla de alguna forma
Debía vencerla para siempre
Debía aniquilarla de alguna forma
Debía vencerla para siempre
Estaba mas convencido que nunca. Pero, ¿Me atrevería, me arriesgaría?.
(8) Idea robada de Cien años de Soledad. Gabriel García Marquez. Mayo 1967. Editorial Sudamericana. Noviembre 1974. 42.ava. Edición.
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