10/09/91. 03:45. Mortal Silencie(6).
Recostado sobre mi almohada el mismo silencio de la noche hería mis oídos. Comenzaba a desconectarme de la conciencia y entonces no sabía que buscaba, aun ahora lo ignoro y supongo que ni siquiera quiero saberlo. Movido sólo por el perverso deseo de la verdad y por la sospecha de que la verdad no era la que se cree descubrir en el momento presente. Sólo sabía que debía saber, aún a riesgo de equivocarme. Ahora realmente sabía que no había nada más fugaz que la forma exterior, aquella que se marchita y se altera como materia en plena descomposición; pero aun así eso de poco me importaba. Todo decaía en mi mente tan rápidamente, como si los ciegos guiaran a otros ciegos, despeñándose por abismos incalculables a mis pies.
Me hundía en un sueño oscuro y sombrío ...
¿Qué podía hacer para evitarlo?. No podía romper jamas mi voto de silencio. Si hablaba estaba perdido. Más tarde tendría sueños diurnos con fantasías tan netas como una materialización de miles pecados carnales. Mientras mas duraban, mayor sería el deseo de mirarla directamente, pero a la vez pensaba que no tendría una real sensación de felicidad, sino más bien una mezcla de hartazgo e insatisfacción. Verdadero asco y placer. Ahora debería dejar de dormir para siempre y como no estaba dispuesto a hacerlo por toda la eternidad, el único consuelo que tenía era que se me apareciera en su verdadera mascara en mi último sueño fatal. Elha al no oírme, parecía mas atemorizada que yo mismo; por lo menos siempre era mejor que el que nos infunde miedo tenga mas miedo que nosotros mismos. Nuestros miedos confundidos, nos separaban tanto que era inevitable la disolución. Y prefería perderla que volverme loco. Por ahora y para tener tiempo para seguir torturándome. >>
No dejaba de interrogar mi sombra misteriosa con sus insaciables ojos.Me sentía tan poco seguro de mi verdad, aunque creía totalmente en ella.
Hacía, y sabía por que lo hacía, pero no sabía por que sabía que sabía lo que hacía
Estaba demasiado confundido, y eso prolongaba mi silencio. Elha concebía extrañas relaciones en mi mente antes de que pudieran llegar a ocurrir por si solas, y así pretendía manejarlas por que yo creía mirarlas desde afuera pensando que no era yo el que las había creado; y aunque Elha nunca podía conocer del todo mi regla la adivinaba ya que vivía dentro de mi imaginación desde antes de que yo lo supiera. Había aparecido cuando ya había concretado la primera hipótesis que había tomado como inalterable y había descartado. Su táctica sería acomodarse a mis viejas concepciones, en vez de tratar de conquistarme con nuevas elucubraciones.
Por ahora no había que transformar el orden de las cosas, aunque esperaba con fervor su transformación. A cada momento temía encontrarme con mi nuevo espejo, porque era tal su magia que no dejaba de inquietarme aunque sabía que se trataba solamente de mi propio reflejo. Pero ahora no era yo mismo sino que aparecía otra imagen (que no era yo mismo repetido), cuando Elha también había dejado de hablarme para así tratar de convencerme. Ni pensar, si también había decidido dejar de mirarme, aunque ahora en el espejo nos encontráramos ya con demasiada frecuencia como para evitar que me mirara profundamente.
Elha sabía lo que yo quería, y me torturaba negándome ahora su conversación (y tal vez luego sus ojos que me buscaban aunque yo no debía verlos). De pronto como si fuera un fuego ardiente, me absolvió de apoderarse de mi alma, desvaneciéndose lentamente del reflejo. Dejaba de ser el vehículo del demonio por propia convicción?. Ya me era inútil tratar de entender lógicamente lo que me pasaba, había entrado pero no podía salir. Había quedado atrapado en mis propios juegos mentales deductivos. Volvía a lo que debía de haber escapado desde hace tiempo; como si después de confesarme volviera a los mismos pecados de los que me habían absuelto; como si en un signo de sobriedad espiritual, tuviera el habito de utilizar la misma comida dos veces después de haberla vomitado.
Elha ahora era mis propios desperdicios, mis propios líquidos. Y estaba perdido.
Padecía de una enfermedad rebelde de la que no quería curarme, ni siquiera sentirme recuperado. Había sobrevivido gracias a que me había negado la mirada a través del espejo. Sólo esperaba dejar de creer que me seguía mirando al resucitar en los ojos de un nuevo espejo de formas distintas, esperando que en la próxima aparición no quisiera tragarme por completo. Y de pronto y por fin se desvaneció el temible encuentro a sus ojos incansables >>.
Pude volver a dormir plácidamente, como por efecto de un narcótico. O quizás, mas que un letargo, aquello fue como un entorpecimiento, una caída agitada y un replegarme sobre mi mismo, como una criatura que aún siguiera encerrada en el vientre de su Madre. Y en aquella niebla del alma, como si estuviera en una región que no era de este mundo volví a tener sueños nocturnos que me dejaban satisfecho.
Me despertaron de mi placidez (aun después de haber conseguido la liberación) cuando algo se aferró de mi brazo hasta hundirme las uñas en mi descansada carne. No había sido un balbuceo de la memoria dormida a propósito de cosas sucedidas en la vigilia. Había conseguido sin intentarlo, soñar con sueños. La transpiración - producto de la agitación - se secaba lentamente con el halo de luz que se inmiscuía entre las rendijas de las persianas.
Quise esforzarme, apretando los párpados para poder recordar sus ojos.
Pero al despertar los había olvidado porque nunca los había visto.
Pero al despertar los había olvidado porque nunca los había visto.
(6) Sueño irreal maquinado en un derruido tren camino a Bs.As. después de finalizar la lectura de Nombre de la Rosa de Umberto Eco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario