I) Shock Torrent
Las cosas se habían complicado demasiado en la rutina aburrida de Foggerty. Las alegorías distorsionadas de sus libros, sus frascos de laboratorio, las mujeres con intervenciones diferentes a la de sus expectativas, le hacían escapar casi siempre de cualquier tipo de contacto social. Nunca hubiera pensado que sus movimientos habituales se iban a trastocar con alguien que le tiraba arena hacia 9 años atrás, cuando ella tenía la misma cantidad de años que pasaron desde que él había olvidado aquellas playas. Menos lo hubiera imaginado, si estaba seguro que no intimidaría con esa niña que ya no lo era. Demasiado pronto las circunstancias se resolvieron como si hubieran estado predeterminadas, como si en ese reencuentro las ideas se atrasaran después de años de funcionar correctamente. Se iban limpiando las densas telarañas de los recuerdos.
Al principio pensó que se le pasaría como siempre le ocurría después de estas situaciones que lo tomaban por sorpresa. Con rapidez, hacía funcionar su estricto entrenamiento mental para disipar esas sensaciones confusas que nunca lo llevaban a nada. Pero ahora era diferente; ella había tomado la iniciativa de acercársele, arremetiendo sobre su debilidad y atrapándolo en una red infinita formada por miles de delgados tentáculos de niebla. Se encegueció y le pareció que ya no era más dueño de sus actos, como ya le había ocurrido tiempo atrás en su primer encuentro.
A tientas, no sabía cuál sería el paso siguiente que debería tomar. Día a día comenzó a moldear los principios de una obsesión creciente. No podría compartirla, no podría asignarle la prioridad de un amor posible. Se estremeció cuando se arriesgó a imaginar que ella tal vez no le diera importancia a sus sensaciones, porque podría considerarlas ridículamente insensatas. La angustia de Foggerty le indico que estaba en graves problemas.
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I) Unfact Pact
Ella estaba sentada por segunda vez -despreocupadamente sin tiempo- detrás de un vidrio parcialmente empañado que la separaba de un luminoso hall. Podría oír mover sus labios, aunque la voz se le escapara; podría tratar de entender que ella volvería a preguntarle acerca de los insectos o de comprender que a ella le importaba muy poco si la había traicionado compartiendo su secreto con otras personas. Apenas recordaba lo que había sucedido en su primer encuentro y no podía discernir si ella estaba bromeando con el pasado o lo estaba preparando para lo que les iba a suceder sin que nadie pudiera controlarlo. Pero, ¿No debería ser él, el que tendría que preocuparse seriamente porque ella había tenido más oportunidades de traicionarlo en su pacto? Tal vez, pero si todo confluía para hacerle entender que no podría despegarse a partir de ahora de su presencia, porqué se esforzaba para no estar preocupado si tendría que estarlo. ¿Era por inconsciencia, evasión? o porque le temía mas a pensar en lo que podía llegar a ocurrirles y por eso prefería ni pensar que tendría que empezar a preocuparse. Quizás, pero la única verdad era que él tampoco lo sabía, pero contrariamente a ella, él tenía un fuerte presentimiento que algo malo se avecinaba. Foggerty prefirió simular que nada le preocupaba, copiando un tono de sorna que no le cuadraba, y fingiendo tan bien que ella probablemente llegaría a creer que sabía por qué estaba haciendo lo que a el le parecía que no debería hacer.
El vidrio se empaño completamente, y advirtió recién entonces que ella se había retirado. Era de madrugada, y no se veía ni un alma deambulando por las desiertas calles de los suburbios. Ahora preocupado -más de lo normal- decidió alejarse para evitar enfrentarse a la nefasta realidad que presentía avecinarse.
III) Kill Insominia
Cuando se acomodó en la cama, concentró toda su energía para tratar de aclarar su situación, mientras que unos primeros rayos de dudosa claridad nublada jugueteaban entre las rendijas de las persianas. Su desbarajuste mental se tornaba por momentos tan exasperante que sus propias contradicciones tomaban sentido por si mismas. Pero algo era rescatable: innegable era que su nueva situación le provocaba sensaciones tan fugaces, tan efímeras que le era casi imposible retenerlas. A riesgo de lo que podría llegar a ocurrirles a ambos, le seducía ese vaivén de sentimientos que no podía frenar de ninguna forma.
Una misma imagen le hacía verse de mil maneras distintas. Podía convertirse en un frustrado lumpen pensando en un futuro remoto que acaso nunca tuviera la posibilidad de concretarse. Se daba vuelta, y ahora era un escéptico escapista que prefería no inmiscuirse en la vida de otra persona para no sentirse confundido en la culpa del compromiso. De pronto mutaba a un angustiado fatalista que tanto le daba estar solo como acompañado, ya que al fin todos terminarían devorados por las instancias del transcurrir. Simultáneamente no le parecía mala la idea de asesinar cuando las propias decisiones dependieran de otra persona. ¡¿Asesinar!?. Inmediatamente se enojaba furiosamente consigo mismo al advertir que su frustración era causada por los 525 kilómetros que lo separaban de ella. Lejanía que facilitaba el giro de sus elucubraciones, de sus obsesiones infinitas producto de la disociación, fruto de su ansiedad, vacua ganancia de lo poco que había ocurrido entre ellos. Luego sonreía porque si no hubiera estado alterado no tendría la necesidad de hacer volar a su vívida imaginación, aunque nunca pudiera animarse a enfrentarla directamente siempre a pesar de lo que pudiera ocurrirles, una constante.
Comenzó a desconcentrarse, y estrepitosamente su animosidad decaía aunque le pareciera que cada momento que pasaba, la necesitaba cada vez más. Por efecto del letargo en el que se hundía, se le dificultaba recordar sus rasgos y facciones. Su recuerdo se desdibujaba y al no saber cómo era ella realmente la idealizaba de tal manera que por un instante la consideró perfecta. Demasiado perfecta. Tan inigualable, que repentinamente le subió a la garganta una ola de repugnancia que lo atemorizó de tal forma; que no sabía por qué estaba pensando lo que estaba pensando.
Se estremeció como si un shock eléctrico lo hubiera sacudido y decidió soñar con cualquier otra cosa que no fuera ella. Como una forma de protegerla de peligrosos pensamientos que no parecían provenir de si mismo. Como si en el mismo instante en que la sensación de asco lo había invadido, su mente ya no le perteneciera, como si lo abandonara para pensar por sí misma; sin importarle lo que él pensara. Había ocurrido fugazmente, pero la sensación de horror le duró hasta que el cansancio logró dominar a lo poco que quedaba de su atormentada y desdichada conciencia.